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Ansiedad por separación desde el observador

 Mucho hay ya escrito y descrito sobre la ansiedad por separación y sus numerosas maneras de abordarlo.

En este texto vamos a dejaros links a muy buenos artículos que muestran qué es, cómo entenderla y actuar...; pero vamos también a enfocar la mirada sobre este proceso desde otras perspectivas que, muchas veces, no tendemos a observar.

La ansiedad por separación es de esas cosas que requieren una atención a los matices y detalles sutiles.


A lo largo del desarrollo de mi trabajo, he atendido a muchos pacientes desde la observación de los procesos según la Etología clínica, materia que siempre me encantó estudiar pues vengo de una Facultad en la que muchas personas se formaban en “grandes animales” y donde se daba muchísima importancia al entorno del animal y el conjunto (animales-humanos) a la hora de entender sus patologías y manifestaciones clínicas

Nuestras consultas siempre incluían la “educación” del cachorro y del humano, la adaptación al entorno, la explicación de las fases del desarrollo del perro o gato y la acomodación al núcleo familiar como parte de la Salud global de nuestro paciente. Aprovechábamos la etapa de la vacunación, para dejar todos estos aspectos en la conciencia del núcleo familiar al completo.

A lo largo de mi carrera he podido observar la angustia que supone este proceso de ansiedad no sólo para el animal, sino para el humano. 

Para mí, que entonces no sabía de mí alta sensibilidad 

y todo lo que los demás vivían se reproducía en mi cuerpo a través de las neuronas espejo, era tan doloroso y frustrante, que acabé derivando todas mis consultas hacia profesionales (en los que confiaba plenamente) que pudieran llegar a los humanos y animales a la vez, ya que a mí me resultaba en aquel momento muy difícil de abordar. Pero con los humanos seguía ocurriendo lo mismo en muchas ocasiones, aunque no fuese yo quien llevase esa parte.


Los que hemos trabajado largos años en protección animal, sabemos que una buena adaptación y paciencia a la hora de adoptar un nuevo miembro de la familia, son las bases para el éxito de la misma, ya que en el caso de los animales, el fallo en la misma puede llevar al abandono, eutanasia (si la situación deriva en comportamientos aún más graves) o a la “devolución” de los animales (como si de objetos se tratase, algo duro para aquellos que llevan el refugio y también para muchos humanos que no pueden gestionar el proceso) al refugio o perrera.

Siento que es importante que refleje estos procesos desde otro lugar, desde el de mi experiencia y aprendizaje, y en este blog para nuestras consultas no deje de contar lo que he sentido en tantos años de ejercicio profesional: y es que el VÍNCULO EMOCIONAL que se genera entre ANIMALES y HUMANOS (que también lo somos aunque no lo recordemos) es un LAZO DE AMOR que va más allá de un pacto biológico de compañía y cuidado mutuo para la evolución, aunque éste también se dé como parte de nuestra vida como entidades biológicas.

Con lo vivido y lo compartido con otros veterinarios y profesionales que se dedican a la Etología o al comportamiento, hay una coincidencia fundamental, es que sin la colaboración humana e implicación completa, estos casos pueden complicarse mucho.

Pero, ¿cómo definir el grado de colaboración e implicación completa de los humanos que conforman el núcleo familiar?

En mi experiencia, he visto maravillas para intentar solventar los procesos de adaptación 

 (que se complican mucho algunas veces) y aún así, se ha convertido en un problema y ha habido fallos.

En realidad estamos ante un momento que requiere quietud, calma y comprensión, pero nuestra mirada lo convierte en un problema. Y ahí es donde hemos de trabajar también.

En esos momentos en los que el humano ya no sabe qué más hacer, la frustración, la inquietud, el pensamiento recurrente sobre el proceso, también han sido una constante.

 Y esto también se puede explicar poniendo atención a que los humanos no miramos las cosas desde el observador, saliéndonos del foco para observarnos dentro, pero sin implicación emocional orgánica, desde la calma y la objetividad (sin alertas ni distrés que nos llenan de químicos orgánicos destinados a suplir situaciones de verdadera emergencia vital).  Desde la inteligencia intuitiva del corazón, que es la que nos hace entrar en resonancia vibratoria con la realidad que nos rodea y se pone de manifiesto conjugando nuestros hemisferios cerebrales, para que podamos encontrar soluciones creativas a nuestros problemas.

En los procesos de ansiedad por separación existen numerosos “estresores” ajenos al núcleo que condicionan muchísimo la presión que el humano soporta.

Una parte son los humanos del mismo núcleo familiar, que muchas veces no son capaces de comprender que es fundamental hacer las cosas de la misma manera (aunque cada uno interaccione con el resto según su manera de ser). Suele ocurrir que, el que es consciente de la importancia de la buena adaptación toma la responsabilidad y (ante los constantes “errores” cometidos durante la reeducación) acaban frustrados, enfadados e incomprendidos, causando todo esto una sensación intensa de agotamiento, rabia, tristeza, culpa e incomprensión, que agrava aún más el proceso.

Otra son los vecinos que protestan ante los ladridos de nuestros nuevos compañeros (para intentar rebajar la angustia y usando el sentido del humor -que es imprescindible en la vida de todo ser humano-, solíamos explicar esto como “el problema del vecino del 5º quisquilloso”). 

Y es que sea por los motivos que sea a veces reales y otras muchas sin verdadera importancia, se siente molesto ante los ladridos y ruidos diferentes que pueda ocasionar nuestro compañero en un momento de “crisis de soledad y pánico” y en innumerables ocasiones, hace de esto su foco de atención que se muestra como interferente en nuestro hogar y, aunque nuestro compañero cada vez esté mejor, para él es un estresor enorme. 

Para muchos de nosotros, este estrés pasa a ser nuestro y es una carga pesada, que se une al que ya llevamos acumulado.

 Durante años, en consulta, aconsejábamos a aquellos que añadían un nuevo miembro a su familia, que hablasen con sus vecinos y les explicaran que había un pequeñín (o un adulto que necesitaba un tiempo para adaptarse a su nuevo hogar), porque habíamos ido observando que esto facilitaba mucho las cosas a la hora de la introducción de un nuevo miembro en la familia. 

¿Qué ocurría? Que el humano ya no sentía esa carga de culpa que tomamos sobre nuestros hombros cuando nos dicen que nuestro querido compañero “molesta”, todo eso añadido a las presiones del día que llevan implícitas nuestras vidas: hijos, parejas, familia, entorno laboral y social.

Esa presión inconsciente, colectiva y grupal a la que muchas veces no podemos mirar desde ese observador que está en calma y desde fuera “se ve dentro”, sin emociones que le inunden de hormonas y neurotransmisores del propio estrés que hacen que lo vivamos todo en alerta, se diluye, pues desde el inconsciente pasa a la conciencia.

Por eso, queremos animarte a que enfoques la ansiedad por separación haciéndote las siguientes cuestiones:

¿Cómo vivo yo el proceso? ¿Qué siento cada vez que me separo de mi compañero? ¿Me anticipo y me inquieto antes de salir? ¿Me quedo conectado a mi compañero y mi pensamiento está constantemente pensando en qué voy a encontrar a mi regreso? ¿Me preocupa cómo afecta esto a mi entorno? ¿Cómo gestiono los conflictos con el exterior? Durante el tiempo que estoy en casa, ¿estoy destinando tanto tiempo a mi peludo (para compensar el que estoy fuera) que sigo reforzándole positivamente -sin ni siquiera saberlo- dedicándole más tiempo?

¿Soy capaz de elevarme por encima de todo esto (que en la mayoría de los casos genera muchísimo estrés) y observar el proceso conjunto de mi vida, para reordenarlo desde la aceptación y el presente y así aprender del conjunto?


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