“La Tierra tiene música para los que escuchan.”
Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás
(George Santayana)
Escribo este texto porque llevo días preguntándome cómo puedo acompañar al prójimo en este encierro.
Me llegan los más pequeños, con su energía vital, cómo van a resistir sin salir de casa cuando el buen tiempo sea una constante.
Los ancianos, que suelen pasar horas paseando y recibiendo sol, luz, manteniendo conversaciones con otros en parques, plazas, caminos rurales...
Las personas que viven en apartamentos pequeños, sin luz. Apartamentos que dan a patios interiores…
Personas en hospitales, residencias de ancianos, centros de salud mental...
Y también el tiempo en el que vamos a estar todos sin poder disfrutar de estas gracias que día a día ni siquiera somos conscientes de poseer.
Más allá de cómo nos puede afectar, para lo que ya existe información y des-información suficiente, pienso en qué podría hacer yo para acompañar y ayudar a los demás en esto.
Para mí, vivir aislada y “encerrada” es el modo de vida habitual ya desde hace varios años.
Siento que retirarnos a nuestro interior en nuestra práctica diaria, como hábito saludable, es un camino muy recomendable para el autoconocimiento, para el descanso de la mente, para aplicar el discernimiento y también el crecimiento espiritual (ése espacio de coherencia interior que se alcanza cuando se hace el silencio)
Pero cuando el retiro nos viene de repente, sin haberlo esperado, a veces pueden aparecer la angustia y la frustración.
El aislamiento (familiar, laboral y social) es una de las características de las mujeres que padecen este conjunto de síntomas que me hicieron decelerar a mí, parar en seco y vivir de pleno esto mismo que estamos viviendo todos ahora.
No me extenderé mucho a describirlo, salvo para explicar algunas situaciones que llevan al aislamiento y cómo las he ido solucionando (en presente continuo)
Cuando en este pequeño blog para mis consultas humano-animal, describo ciertas patologías, lo hago porque muchas de las personas que van llegando a él, se sienten identificadas y pueden encontrar soluciones también para ellas mismas.
La terapéutica está enfocada en la curación, en la mejora de la calidad de vida de ese conjunto animal-humano y en cómo afrontar los diferentes estados emocionales que van asociados al hecho de estar enfermos, sea causa o consecuencia. Con el fin de trascenderlos y abordar los altibajos con la fuerza de la que carecemos cuando creemos que no podemos más.
Lo que aquí expongo es mi experiencia como clínico y como enferma, para que si a alguien puede ayudarle, la tome y alivie su propio dolor.
Expresar que signos como el dolor, la fatiga -no comparada a ningún cansancio que anteriormente antes hubiera podido experimentar de un modo tan constante e imposibilitante- y el cambio espontáneo en los estados emocionales (tristeza, ira, desesperación, pánico), son parte de esto que a mi me ocurre, que te llega y no puedes anticipar y acaba desvinculándote del mundo, haciendo que vivas retirado y aislado (las mujeres que vivimos estos síntomas, solemos describir esos momentos como “descender a los infiernos”)
Si no tienes herramientas que te acompañen, esos estados acaban devastándote y generando en ti desesperación, desesperanza, sensación de vacío, indefensión....
Precisamente lo que muchos están describiendo que sienten ahora.
Conozco interiormente lo que se puede sentir. Sombras profundas y las maravillosas luces que llegan después de ir atravesando y sumergiéndote en cada una de ellas.
Siento que estas notas pueden ayudar a los demás, sobre todo a aquellos que están viviendo esta situación desde el sufrimiento, a poder encontrar en este retiro, no sólo la oportunidad de comprender que es importante pensar en el bienestar ajeno, sino también la de navegar hacia nuestro interior con más consciencia, y así llegar a la aceptación.
Hace unos días, en el muro de Facebook de una compañera de camino en este proceso tan duro, coincidíamos varias de nosotras bromeando sobre cómo este modo de vida nuestro es ahora llamado cuarentena.
No era una conversación banal.
Utilizamos mucho el sentido del humor entre nosotras porque es liberador ¡y neurohormonal y psicológicamente muy sano!
En nuestro compartir, llegábamos a la conclusión de que, pese a parecer frágiles por nuestros síntomas, somos mujeres muy fuertes que podemos ser sostén para aquellos que ahora tienen no sólo que enfrentarse al aislamiento forzoso, sino también para aquellos que ven peligrar sus trabajos y sienten el temor de perder sus ahorros, de no ser capaces de pagar los recibos, de seguir cuidando de sus seres queridos y todas esas incertidumbres a las que humanos de todo el planeta ahora nos vemos expuestos, pues nosotras ya hemos pasado por eso.
No sabía cómo empezar a comunicar todo lo que hacerme consciente del sonido ha supuesto para mí.
Esas hermosas mujeres, son hoy las que con su empatía y solidaridad, su fuerza y su vulnerabilidad, me inspiran para iniciar estas notas que llevaba tanto tiempo queriendo escribir.
Para mí la enfermedad y este aislamiento están suponiendo, instante a instante, un aprendizaje muy profundo y mucho más, un despertar espiritual del que nunca pude imaginar que sería partícipe.
El pensar en los demás me da fuerza, porque siento que no hay más propósito en la vida que el amar desde el límite sano a nuestro prójimo, en cooperación.
Así que, en este retiro, en medio de síntomas que van y vienen, pero con un ánimo estupendo que me llega desde nuestra hermana la Naturaleza, donde habita el Espíritu de Amor que siento lo une todo, llevo días pidiéndole guía a ese mismo Espíritu, mi roca, para que me indique cómo puedo ayudar a los demás.
Espero que en estas notas que aquí quedarán grabadas de un modo intemporal (que voy a dividir en grupos porque no quisiera se extendieran mucho para que sea sencillo leerlas a los demás) pueda ir dejando mi propio mensaje de esperanza y confianza “en estos tiempos de Covid-19”.
Comentarios
Publicar un comentario