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Nutrición desde el Corazón

A Rex, Enzo y Ana por su estrecha comunicación. Por compartir y recordarme el sentido profundo de 
mi profesión.

“Que tu medicina sea tu alimento y el alimento tu medicina”
Hipócrates 

No es este un texto clínico sobre alimentación per sé. Ni este un espacio dedicado a hablar sobre 
porcentajes, valores y suplementaciones dietéticas.
A lo largo del desarrollo de estas notas, dejaré enlaces seguros a páginas, artículos, webs, 
nutricionistas y veterinarios especialistas por si alguien (tras leerlo) quiere ampliar la información. 
En mis consultas, más allá de hacer dietas me gusta guiar a los humanos de mis pacientes a, como
 hice yo, indagar en esto de la nutrición natural, perder los miedos y encontrar el modo más óptimo de
 nutrir a sus animales mientras van, de este modo, “preparando el alimento con amor”, estableciendo 
un vínculo aún más consciente con él y así consigo mismo, que es lo que los animales desean que
 entendamos, que están aquí para que aprendamos a darnos muchísimo amor y a ser empáticos y 
amar a los demás desde un sentido cooperativo e incondicional.

Mi propósito es hacer una recopilación de las notas que he ido elaborando durante los últimos años, 
recogiendo distintos momentos de “conexión” experimentados a lo largo de mi trabajo como clínico, 
para que sean de ayuda durante mis consultas o puedan dar guía a aquellos que lleguen a este blog, 
que es un pequeño rincón de mi alma. 
En ellas, he ido anotando cómo fui adentrándome en ciertos cambios y aprendí a nutrirme y a nutrir  
a mis compañeros no humanos y a mis pacientes “de otra manera”. 
Con ellos aplico desde hace años cualquier cosa que a mí me ha ido aportando bienestar en este 
largo camino de enfermedad con el que despierto a la conciencia (Terapia Neural, Sonidos de la 
Naturaleza, Homeopatía, Nutrición consciente y natural, Suplementación natural…) 
Cómo este camino de Comunicación Animal que se abrió ante mí y que me habla muchas veces 
“en términos médicos” y que no voy a acallar, es algo que todos poseemos y que nos hace escuchar 
a nuestros corazones y ser coherentes y ampliar la conciencia. Y cómo muchas veces es la nutrición 
el primer paso para ver el “gran misterio” que existe tras nuestra conexión con nuestros compañeros
 animales.

Y cómo la emoción y la “energía” (todo lo es en este universo en distintas frecuencias de vibración) 
con la que alimentamos a estos compañeros y la serenidad y la paz al hacerlo, teniendo en cuenta 
los aspectos emocionales, también son factores relevantes a la hora de tener en cuenta para
 permanecer en el equilibrio, saludables.

A los humanos veterinarios vocacionales, que no sólo nos enseñan lo académico, sino que comparten
 su sabiduría experimentada y los aspectos emocionales que viven como profesionales: GRACIAS 

Hace ya algunos años, a finales de los 90, en un congreso para la formación continuada, 
Richard W. Nelson, nos contaba en unas ponencias en las que éramos muy pocos asistentes y se convirtió en una reunión de “colegas de profesión”, cómo había ido cambiando su perspectiva clínica a la hora de tratar y evaluar al paciente endocrino crónico.

Sus artículos y libros me han guiado (como a otros muchos compañeros) durante años a adentrarme 
en la Endocrinología, una materia que requiere una protocolización analítica y diagnóstica bastante 
exhaustiva, pero sobre todo mucha relación de unos aspectos con otros y atención a  la interconexión entre 
órganos, glándulas y sistemas y sus modulaciones (algo que a mi pensamiento arborescente le resulta más sencillo  
y atractivo que trabajar solamente desde el pensamiento lineal).

Antes no podía comprender por qué eran tantos los casos de pacientes con enfermedades 
endocrinas en una zona rural como la que constituía mi lugar de trabajo. 
Ahora ya sé que mucho de ello tiene lugar por el tipo de alimentación que usamos para 
nutrirnos y nutrir a nuestros compañeros y por cómo tratamos a la Hermana Madre Tierra y la 
desmineralizamos, la sobreexplotamos, pulverizamos con pesticidas y otras sustancias,  y que junto al estrés 
bajo el que vivimos y que ellos sostienen junto a nosotros, hacen que el organismo esté 
constantemente atendiendo a señales de alarma que nos desequilibran hasta 
hacer que las glándulas que nos regulan (asociadas a centros de energía vitales según
 la medicina oriental) se vuelvan incapaces y nos convirtamos en auténticas sopas de 
hormonas y neurotransmisores sin control (algo que Edward Bach relacionaba 
emocionalmente con la esencia Cherry Plum).

Volviendo al inicio de este “despertar nutricional”, yo estaba encantada de tener “al Nelson” 
(uno de mis “ídolos”) ahí delante, con toda su experiencia. Pero aún lo estuve más cuando se abrió a nosotros 
y nos contó algunas cosas que me dejaron bastante marcada.

Una, en la que no ahondaré fue cómo algunas farmacéuticas intentaban rentabilizar tratamientos de 
medicina humana (carísimos en su mayoría) para este tipo de patologías en animales, intentando 
venderlos a universidades y veterinarios con prestigio, sin evidencia de que fuesen adecuados. 
Bajo pago. 
La otra, la que aquí nos interesa ahora, cómo el manejo nutricional no sólo entendido como 
porcentajes y requerimientos nutricionales, sino también como la inclusión de algunos tipos de 
alimentos que beneficiaran el ambiente emocional del conjunto, estaba siendo crucial a la hora de 
tener un buen manejo clínico de sus pacientes.
Y cómo él había ido observándolo a lo largo del tiempo.

He de aclarar que entonces yo pasaba mucha tensión (por ejemplo) ante pacientes diabéticos,
hipertiroideos o con complicaciones renales, cardiológicas o hepáticas, ya que sentía mucho miedo a que se descompensaran. 
Eso me llevaba a (atendiendo a manuales de clínicos experimentados) proponer dietas y/o 
restricciones alimentarias muy estrictas, con muchas medicaciones, que dejaban en frustración a 
humanos y animales. Pruebas diagnósticas que suponían inyecciones, manipulaciones dolorosas, 
tomas de vías, idas y venidas a la clínica, hospitalizaciones…, todo ello bajo la presión dolorosa 
de tener delante un animal con muchos síntomas de enfermedad y malestar.
Emocionalmente era desgastante para ellos y yo me sentía impotente y agotada a nivel psíquico, 
pues no sabía cómo hacer las cosas sin ser tan invasiva ni cómo procurar bienestar sin causar sufrimiento.

Ahí yo no tenía ni idea de que poseo el rasgo de la AS (Alta Sensibilidad) y que mi conexión 
emocional con los demás (debido al rasgo que posee hasta un 20% de la población humana y más 
de 100 especies animales estudiadas) es muy profunda.
Realmente me desgastaba bastante no poder dejar de pensar en cómo estarían por ejemplo Anthea, 
Cuqui, Thor o Lys, cuando se fueran a sus casas y más aún, cómo lo llevarían sus humanos, a los 
que sentía sufrir tanto.

Y ahí, como un regalo del cielo, el Dr. Nelson, nos habló desde un punto de vista afectivo, con la 
emoción como ejemplo, (algo muy extraño en muchos ponentes que eran brillantes en sus exposiciones pero que se limitaban al aspecto más científico de las mismas) 
Ahora ya hay muchos estudios sobre los cambios fisiopatológicos referidos a estas cuestiones, pero 
no era lo habitual en aquella época.
 Nos contó cómo él también había observado toda esa frustración con la comida en sus pacientes y 
sus humanos y en los veterinarios que le remitían casos y cómo (de una manera práctica e intuitiva), 
había ido dejando de ser tan estricto, permitiendo que sus pacientes se “saltaran” la dieta en 
ocasiones o no la llevaran tan estricta o que estuvieran más “gorditos”. 
Y que también estaba dejando de hacer de un modo tan rígido cosas que él mismo había 
recomendado en sus libros muchos años antes, midiendo siempre el estrés que van a causar ciertas
pruebas con el beneficio real que nos dan los resultados, observando atentamente a la sintomatología 
clínica que presentara o no el animal como parte primordial de la evaluación, como los viejos galenos de antes. 

Recuerdo que nos dijo que había empezado a no hacer curvas de glucosa con tantos valores, que 
ya no hospitalizaba algunos pacientes como antes, aunque su humano fuera y viniera varias veces al 
hospital y que nos animaba a enseñar a los humanos de nuestros pacientes a medir los valores en 
casa (algo que ahora es bastante usual y, además, disponemos de más pruebas laboratoriales que 
resumen valores y nos aportan mucha información)
Que la Medicina también se hace desde “el ojo clínico” y podíamos ir observando cuándo era el 
momento necesario para realizar los protocolos clínicos, aumentando mucho más el contacto 
telefónico, por ejemplo, o haciendo seguimientos cualitativos más continuados. 

Eso me dio confianza pues era algo que ya hacía por costumbre para reformular y así segurarme de 
que había una buena comunicación y que los animales tomaban correctamente sus tratamientos 
habituales y sus humanos habían comprendido cómo hacerlo, resolviendo dudas sobre la marcha 
si iban surgiendo, para que todos estuviéramos tranquilos y observando distintas etapas de evolución del proceso. 

Aunque tiempo después fui relajándome, he de reconocer que al principio me espantaba no 
tener todo el control cuantitativo de la progresión clínica y que no estoy diciendo (en ningún 
caso) que haya que obviar por sistema ciertas pruebas clínicas o dejar de manejar la dieta 
de un modo adecuado a los requerimientos nutricionales.

Cuando nos habló de las dietas, pude entender de verdad muchas cosas, ahí es realmente por donde 
empecé el cambio. Ya había usado muchas veces dietas “caseras”  que aparecían en algunos libros 
de veterinaria, así que no era la primera vez que la conciencia me hablaba a través de la nutrición.
Generalmente eran para cristales en la orina o para proteger el hígado o para trastornos digestivos.
Para pacientes que comían “de casa” y no toleraban dietas comerciales o cuyos humanos no podían 
pagar un pienso dietético.

Todos los que tenemos animales sabemos cuánto disfrutan del alimento y que éste es un modo muy 
habitual de reforzar el vínculo emocional. 
Cómo no sólo ellos disfrutan comiendo, sino cómo a nosotros nos encanta darles comida que les 
guste, premios y chuches y cómo disfrutamos viéndoles comer con ganas.
Es muy doloroso para las personas ver como su animal, enfermo, sin apenas calidad de vida, 
deja de comer o pasa hambre cuando los procesos de enfermedad les afectan en este sentido. 
“¿Cómo hago para que coma? ¿Qué le doy? Se queda con hambre, ¿qué podemos hacer?” 
son preguntas e inquietudes constantes. Así que es fácil entender cómo pude saber de qué hablaba 
realmente y cambiar el chip en muchos sentidos con su explicación.

¡Y cómo no!, si yo también disfruto de la compañía de un montón de Maestros animales a los que 
estoy vinculada emocionalmente.
Mis propios perros se vuelven locos de alegría cada día cuando voy a la nevera donde tengo sus 
raciones. Y cómo repiten esos mismos saltos (Lar, uno de ellos, hace verdaderas cabriolas) cada vez que me dirijo en esa dirección, como si no hubiesen 
comido en varios días. O mi gata, en especial 
Coca, que pide constantemente y sin descanso que le dé algo de comer de la nevera a cualquiera que 
esté en su radio de acción, o viene y te despierta o te saca del sofá, el ordenador o cualquier 
actividad que hagas para que atiendas sus necesidades. 
O los cerditos y gallinas y patos, que nos persiguen incansablemente cada vez que nos ven “por si 
cae algo”, pues realmente es algo que suele suceder.

Volviendo al caso, recuerdo que el Dr. Nelson nos dijo que era mejor tener, por ejemplo, pacientes con
 las glucosas un poco más altas pero que comieran algún alimento apetitoso, a que perdieran el 
apetito por alimentos nada agradables e insulsos. 
Que había observado que cuanto más sencillo y agradable era para ambos (animal y humano) mejor 
evolucionaban los casos. Que esa frustración e impotencia que todos contábamos que teníamos por 
el sentimiento de esos humanos y sus queridos animales desaparecía y había un bienestar que 
mejoraba notablemente el conjunto (no olvidemos que hablamos de enfermedades crónicas y muchas veces graves si hay desajustes)

Y así empezó todo. Ahí fue donde pude empezar a observar con claridad y, luego, poco a poco a ir 
haciendo más y más cambios en mi visión, en el enfoque, en la manera de tratar y cómo (gracias a los resultados,
 que eran tal y como él nos había indicado) los pacientes crónicos se encontraban mejor.


Comienzo con esta nota, una serie de explicaciones personales para que se comprenda que, más allá del tipo
 de alimento que elijamos para alimentar a nuestros compañeros (que por supuesto es 
importante), algo de lo que iré hablando más adelante, es fundamental que recordemos que el 
equilibrio emocional y afectivo en el núcleo familiar es la base de la salud de nuestros animales. 

Hay personas a las que les nombras siquiera la posibilidad de cambio de dieta y sientes cuánto se 
inquietan. Les produce estrés.
Existen muchas resistencias. Cambia su energía, les cambia el gesto, la actitud corporal... Muchos de ellos 
te cuentan mil razones (que ni yo, ni siento que nadie, tenemos derecho a juzgar) por las que es “imposible” lo 
que les comentas. Hay otros que te dicen que sí, pero sabes que va a ser un “mogollón”,que lo van a hacer con miedo, 
recelo, inquietud o inconstancia. Así que a estos, con mucho amor, les orientas hacia los suplementos, cambios en 
la fuentes de proteínas y de su posible variación-estacional al menos- de dar una alimentación variada como a 
nosotros nos gusta tener, les hablas de tratar de encontrar un alimento con ciertas cantidades de proteínas, grasa, etc, o 
que se abstengan de ciertos componentes. 
De todo aquello que yo tampoco sabía y a lo que no atendía pues confiaba en que el alimento 
procesado era un alimento balanceado y apropiado. 

Les hablas de aprender a leer a las etiquetas de los piensos para que encuentren uno de calidad y 
empiezas a darle conciencia a la importancia de la nutrición, contándoles cómo el alimento puede, no sólo generar enfermedad sino, incluso, determinar muchos comportamientos
 “patológicos” de origen desconocido que  a veces muestran nuestros compañeros de vida.

Mi experiencia es que para ellos y su nivel de estrés de vida en ese momento, ciertos cambios acaban
 generando más desajustes en su/s animal/es y es mejor tratarlos desde otros lugares u otros tiempos. 
Y, revisión tras revisión, consulta tras consulta, ir dándole conciencia al hecho de que aprender cómo nutrir
 a nuestros compañeros de vida, es también aprender a nutrirnos desde una relación más 
equilibrada con la Tierra y con los animales que nosotros también somos. 

Mi experiencia es que, aún sin variar ni modificar algunas dietas, pues generaría un estrés añadido al núcleo familiar, 
esos animales mejoran con algún suplemento, gestión emocional, juegos, masajes, 
terapias masticatorias o terapias vibracionales (como flores de Bach, sonidos de la Naturaleza…) 
entre otras y son los mismos humanos, junto a su amado compañero, los que le ayudan a sanar y se 
sanan junto a él.


No es mi recomendación preferida el pienso, pues mis propios perros toman BARF (dieta cruda)
desde hace años y ha resultado algo verdaderamente maravilloso.

Pero si algo he aprendido a lo largo de mi experiencia clínica, es que no soy quien para interferir en 
los asuntos de los demás si ellos no pueden hacerlo, ni para juzgarlos. 
Y que forzarlos a hacer algo que no les resulta coherente o sencillo hace que la salud del paciente 
pueda ponerse en peligro.
Quizás no estemos aún preparados para dar el salto a una dieta natural, pero si podemos ir 
aprendiendo a adquirir productos que vayan a mantener a nuestros pequeños-grandes maestros en 
un nivel mucho más óptimo.

Empecemos con un artículo de Vida Natural Animal, que nos habla del pienso y sus mitos y realidades:

 https://www.vidanaturalanimal.com/piensos-para-perros-y-gatos-bendicion-o-maldicion-una-vision-desde-la-alimentacion-natural/











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