Entendemos el acogimiento como un gesto de hospitalidad y ayuda
temporal. Un "mientras tanto". Un acto de generosidad para con el que
carece de hogar definitivo.
Sin embargo, etimológicamente hay una acepción más bonita: admisión, recibimiento, aceptación.
Si en lugar de pensar en "ayudar", le aceptamos, cambiamos el "dar" por el "recibir" y así no hay balanzas ni moneda al cambio, no hay una larga espera ni incertidumbre, no hay lugar para el vacío o la carencia, mucho menos, lástima o compasión. Y todo se torna positivo para ese SER que no se siente parte de nada. Y el peso de sentirse una carga o una obligación económica y moral, se torna liviano porque no teniendo nada tiene TODO que ofrecer.
A partir de ese momento, de ese mundo que el lenguaje es capaz de dibujar, el acogimiento es un hecho compartido del que todos disfrutamos y formamos parte. Del que todos aprendemos y con el que todos podemos crecer y cocrear.
La aceptación supone ausencia de juicio. No hay un triste pasado que pesa. No hay un futuro incierto que genera ansiedad. Sólo el aquí y ahora de este preciso y precioso instante en que nos hemos encontrado.
Una familia de acogida es una familia más. Sin etiquetas. Un hogar con las puertas abiertas para el que llega y un amoroso y tierno equipaje para el que se va. Un lugar donde crecer más allá del plano físico, donde sanar más allá de la herida. Un espacio libre de compensaciones, donde las emociones fluyen y se gestionan libres de incoherencias y ataduras.
La ADOPCION llega cuando tiene que llegar. No hay un antes ni un después ni es mucho ni poco tiempo. No hay espera, sólo convencimiento de que el amor es sumar.
Sin embargo, etimológicamente hay una acepción más bonita: admisión, recibimiento, aceptación.
Si en lugar de pensar en "ayudar", le aceptamos, cambiamos el "dar" por el "recibir" y así no hay balanzas ni moneda al cambio, no hay una larga espera ni incertidumbre, no hay lugar para el vacío o la carencia, mucho menos, lástima o compasión. Y todo se torna positivo para ese SER que no se siente parte de nada. Y el peso de sentirse una carga o una obligación económica y moral, se torna liviano porque no teniendo nada tiene TODO que ofrecer.
A partir de ese momento, de ese mundo que el lenguaje es capaz de dibujar, el acogimiento es un hecho compartido del que todos disfrutamos y formamos parte. Del que todos aprendemos y con el que todos podemos crecer y cocrear.
La aceptación supone ausencia de juicio. No hay un triste pasado que pesa. No hay un futuro incierto que genera ansiedad. Sólo el aquí y ahora de este preciso y precioso instante en que nos hemos encontrado.
Una familia de acogida es una familia más. Sin etiquetas. Un hogar con las puertas abiertas para el que llega y un amoroso y tierno equipaje para el que se va. Un lugar donde crecer más allá del plano físico, donde sanar más allá de la herida. Un espacio libre de compensaciones, donde las emociones fluyen y se gestionan libres de incoherencias y ataduras.
La ADOPCION llega cuando tiene que llegar. No hay un antes ni un después ni es mucho ni poco tiempo. No hay espera, sólo convencimiento de que el amor es sumar.
Comentarios
Publicar un comentario